Patrimonio literario


A lo largo de la historia y de la especial devoción mariana que la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria siente por su Virgen han sido muchos los poetas que han querido dejar escrito para la posteridad muchos y diversos poemas dedicados a la Santísima Virgen de la Soledad, entre ellos quizás los más conocidos son los escritos por el poeta y escritor terorense, Ignacio Quintana Marrero aunque también merecen especial mención los escritos por Luis Benítez Inglott, Ignacia de Lara, Chona Madera,Claudio de la Torre, Luis Doreste Silva, María del Carmen Barber y Antonio Artiles, parroco de San Francisco de Asís. A continuación se reproducen los más bellos poemas dedicados a la Santísima Virgen de la Soledad.

       

          Soneto a la Virgen de la Soledad
Pasas muda, florosa y enlutada;
y al ver esa piedad con que me miras
sé que ruegas por mí y por mí suspiras;
por mí, que soy ceniza, polvo, nada.
Dame tu llanto lágrima sagrada,
para salvarme del mundo y sus mentiras.
Yo, pecador, hallo en la fe que inspiras
un consuelo a mi alma atormentada.
El Dolor es contigo, y me arrepiento
de ser causa de él, por tener parte,
pues soy hombre y culpable en el delito
de alzar la cruz, y en mi interior la siento.
Mas su signo se trueca en mí baluarte
y tu dolor está en mi cruz inscrito.
          Por Luis Benítez Inglott.

          

          Procesión de "El Retiro"

En la noche solemne y silenciosa
como sumida en religioso anhelo,
el clarinete con gemir de duelo
dice en el aire su canción llorosa.
Se ve avanzar la imagen milagrosa,
prendida de las manitas el pañuelo,
y del manto de rico terciopelo
envuelta en la negrura suntuosa.
Bajo el palio magnífico y severo
destaca el porte señoril y austero,
y parece más triste en su tristeza
al vaivén de los cirios la Señora:
¡Esta es la noche en que la Virgen llora...
y esta es la noche en que Las Palmas reza!.
Ignacia de Lara. Al venerable cura párroco de San Francisco, Don Antonio Artiles, respetuosamente. 9, de abril de 1936.

Tríptico de sonetos en la Coronación Pontificia de Nuestra Señora de la Soledad
I
La muy noble y leal ciudad mariana
Se congrega al amor de su casona
Y el oro del fervor se hace corona
Para ceñir tu frente soberana.
La visión de la reina castellana
En la isla se encuentra y perfecciona
Y a través de los siglos lo pregona
La humilde portería franciscana.
De aquella franciscana portería
Nació la portentosa romería
Que lleva hasta tu altar honda plegaría.
Y mira el rutilar de tu diadema
En donde brilla la encendida gema.
Del corazón de la ciudad canaria.
II
Virgen de la Ciudad, madre del llanto,
Arrebujada en luto y desconsuelo
Y en las manos la nieve del pañuelo,
Seguimos tu camino el Viernes Santo.
Junto a tu soledad, junto a tu manto
Que cobija el dolor de nuestro anhelo,
Va la ciudad llorando su desvelo,
Va la ciudad vertida en tu quebranto.
Cairasco - lyricen et vates - cante
En su esdrujúleo "Templo Militante"
La epifanía de tu sien ceñida.
Por la regia corona que Las Palmas
Cinceló con el oro de sus almas
Para hacerte su Reina dolorida.
III
¿Virgen de la Soledad dice la gente
Y estás siempre de amor acompañada?
¡Si es que Las Palmas siente, enamorada,
Que es de ti soledad estar ausente!
Juntos en soledad estás presente
Siendo luz invisible y voz callada
Que alumbra y grita, si la sombra errada
En soledad nos turba carne y frente.
Nuestra ciudad mariana y grancanaria,
En soledad contigo, solitaria
No está de tu materna compañía.
Juntos en soledad, reza y espera
Que seas de otra Puerta compañera,
Nuestra Señora de la Soledad de la Portería.
Ignacio Quintana Marrero. Alma Serena (1964).

    

            A la Santísima Virgen de la Soledad
Eres rosa de pálida blancura
Marfileña...sumida en el quebranto
De un pesar que te hiere tanto y tanto
Cual mar tempestuoso de amargura...
¡Virgen Santa!Tu celestial figura
en la tarde sin par del Viernes Santo
se lleva entre los pliegues de tu manto
la compasión de toda criatura.
¡Hay un dolor inmenso en tu mirada...
¡Tan hondo es ese abismo...cual ferviente
es el amor de tu alma torturada!
¡Y llevas en tus labios dibujada
el ansia de besar aquella frente,
con crueles espinas traspasada!
María del Carmen Barber. (Semana Santa de 1964).
    

       Noche de Viernes Santo
La ciudad se agrupa en torno a su Virgen y la acompaña en la noche de su pena.
Las sombras de las calles se van iluminando al paso tembloroso de la imagen.
En el cielo se encienden otras luces, y entre cielo y tierra la brisa del mar trae por encima de
las blancas azoteas el rodar de las olas.
Las puertas del templo, cuajadas de luz, se abren como ofreciéndole el único puerto seguro para
su congoja.
La Virgen se detiene.
Es la última vez que aguardará inútilmente a su Hijo antes de recogerse.
Claudio de la Torre a Nuestra Señora de la Soledad de la Portería.

Fotografias del archivo de Nicolás Ramón González Rosa y José Luis de la Paz.